jueves, 8 de septiembre de 2011

Adiós Valentín



Un día el abuelo se murió. Era un día como cualquier otro, solo que el abuelo, el que siempre iba a fiestas, bautizos y entierros, no fue más, porque esa fuerza de roble, de paisa blanco nacido en la montaña que los hacia casi invencibles, se agoto.

No lloré, porque al abuelo seguro no le gustaba que la gente llorase. Pero muchos de sus hijos, nietos, amigos, familiares, si lo hicieron. Pero es la forma de demostrar el puro amor que le tenían.

Cuando las cabezas de las familias se van, la familia se va diluyendo como agua por desagüe. Esperemos que no mucho, que aun quedemos gotas unidas.

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